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domingo, 16 de mayo de 2021

En recuerdo de Leonor Sarmiento Pubillones, Corao (Cangas de Onís) , 1924/ Cabo San Lucas, Baja California Sur (México), 2021

Adiós a una canguesa que mantuvo viva la memoria del exilio español y que presidió el Ateneo Español  de México durante 17 años 


Leonor Sarmiento, en Corao, en la inauguración de la exposición dedicada al centenario de El Despertar, en septiembre de 2008. FOTO: J. G. CASO

 Tras su reciente fallecimiento el pasado 8 de mayo en Cabo San Lucas, Baja California Sur

 (México), quiero recuperar para EL AUSEVA DIGITAL la entrevista que le hice a Leonor

 Sarmiento Pubillones en 2008 y que publicó La Voz de Asturias, donde yo trabajaba por

 aquella. Leonor Sarmiento Pubillones fue durante 17 años la presidente del Ateneo Español

 de México y, desde 2005, era su presidenta emérita.



JAVIER G. CASO

CORAO (CANGAS DE ONÍS), 24 de septiembre de 2008. CASA DEL MÉDICU.


A sus 84 años, Leonor Sarmiento Pubillones, nacida en Corao (Cangas de Onís) y residente

 en México, a dónde llegó desde Francia en los años 50 tras huir de España durante la

 Guerra Civil, asiste estos días “emocionada” en su localidad natal a los actos

 conmemorativos del centenario del sindicato agrícola El Despertar, fundado por su padre

, Ángel Sarmiento.



--¿Qué edad tenía cuando partió al exilio?

--Cumplí 12 años a los quince días de iniciarse la Guerra Civil. Tenía 13 años.


--¿Recuerda el día en el que familia se va de Corao?

-- Me acuerdo de que mi padre le dijo a mamá que metiese unas cuantas cosas en una maleta

 porque íbamos a regresar pronto.


--Sus padres murieron en México. ¿Nadie en la familia se imaginaba un exilio tan largo?

--Para nada pensaron que no volverían aquí. Conforme iban pasando era mayor la

 desesperación de mi padre.


--Ver morir a sus padres lejos de España, ¿fue uno de los momentos más duros?

-- Si, si. Cada vez que íbamos a un entierro de un exiliado siempre se comentaba: otro que no vuelve.


--¿Cómo fue su exilio?

--Muy triste. No teníamos absolutamente nada. Yo era la mayor, tenía catorce años cuando

 pasamos a Francia. Mi padre no nos pudo acompañar porque aún estaba en el ministerio de

 la Guerra. Mi madre y una hermana, que tenía siete meses y pesaba tres kilos y medio,

 estaban muy enfermas. Yo tenía una responsabilidad tremenda y había que afrontarla.


--¿Cuánto tiempo estuvieron separados de su padre?

--Fue poco relativamente, como tres o cuatro meses tras los cuales pudimos juntarnos con

 papá. Y al poco tiempo comenzó la II Guerra Mundial.


--¿A qué obedeció el traslado de la familia desde Francia a México?

--A la desesperación de no poder regresar a España. Unos amigos de mi padre en México le

 animaron mucho para que fuera. Allí era más fácil para los exiliados el encontrar trabajo.

 No era el caso de mi padre porque no tenía profesión alguna, pero el médico ejerció de

 médico y el abogado de abogado y demás, mientras que en Francia no se podía hacer eso.


--Comentó usted en su conferencia que uno de los pesares de su padre fue ver cómo

 ninguno de sus hijos pudo cursar una carrera universitaria

-- Claro. Eso fue terrible y muy triste para él. Yo iba a entrar al instituto aquí en Cangas en

 septiembre de 1936…y ya no entré.


--Su padre era una persona culta aunque no tuviera estudios

--Era autodidacta. Leía muchísimo y a todos los hijos nos enseñó a leer. En Francia todos

 los días nos dictaba una página para que no se nos olvidase el español.


--Se cumple ahora el centenario del Sindicato el Despertar, uno de cuyos fundadores

 fue su padre. ¿Era un adelantado a su época?

-- Mucho. Hay que ver que llegaron hasta conseguir pensiones y montar el coto de previsión

 social. Era de lo más adelantado. Para mi padre luchar por el campesino lo era todo.


--Usted era una cría entonces. ¿Qué recuerda de El Despertar?

-- Me acuerdo mucho de la biblioteca porque ya entonces me interesaban los libros. Y me

 acuerdo de los lectores que iban a los pueblos en invierno. La biblioteca del sindicato y las

 de mi casa las quemaron. a la hora de montar la del Despertar ayudó mucho a mi padre el

 entonces rector de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella. Y también Rafael Altamira.


--Ya en México, usted fue durante 17 años presidenta del Ateneo Español de México.

 ¿Qué supuso esta institución para los exiliados?

--Fue muy importante y hay muchísimo material. Tenemos una buena biblioteca del exilio

 junto a la general, que tiene 15 o 20.000 volúmenes; y todo fueron donaciones porque

 nunca tuvimos dinero en el Ateneo. Hasta ahora se ha mantenido. Quieren llevárselo al

 Colegio de México y a mi no me hace mucha gracia.


--Usted tiene una propuesta para ese fondo documental

--Me gustaría que el Ateneo se convirtiera en un centro de estudios del exilio español.

 Vamos a planteárselo al embajador. Además de la biblioteca hay una muy buena colección

 de pinturas realizadas por pintores del exilio.


--¿Qué sensaciones tiene al regresar a Corao, su pueblo natal?

--Allá lo imaginas todo mayor. Las manzanas mayores, las cerezas más gordas. Hasta el

castañeu lo encuentro más chico. En el exilio solo piensas en volver y lo idealizas todo. Uno

 no cuenta con lo que tienes allí, sigues pensando en lo que se tenía acá; sobre todo los que

 salieron de mayores, mucho más.


--¿Qué opinión le merece la ley de la memoria histórica?

-- Estupendo. Gracias a esos temas he podido venir porque me dieron la pensión de niña de

 guerra; sino no podría venir. Qué menos que cada quien sepa dónde está su muerto. Ayer

 me decían en Intriago del tío Eduardo que no saben dónde se quedó.


--Algunos piensan que Memoria Histórica resucita odios y fantasmas

-- No tiene por qué. No están pidiendo represión ni cárcel a los que hicieron aquello, sino

 saber dónde están los muertos.


--El exiliado, ¿llega a ser casi un muerto en vida?

--Por el sufrimiento y la añoranza, sí. Uno no se da cuenta de lo que está teniendo allí; sigue

 pensando en lo que tenía, en lo que se dejó y en cómo se vivía.



--Ninguno de sus hermanos regresó

-- Ninguno. Todos eran más chicos que yo. Uno ya ha muerto y el resto están en México.


--Huyen de la Guerra Civil y encima llega la II Guerra Mundial

-- Y en qué condiciones. Lo más tremendo fue que encima quedamos en zona ocupada por

 los alemanes. Cuando veíamos a uno de los SS, procurabas cambiar de acera o entrar en

 una tienda. Fue tremendo.


--Ustedes ayudaron a miembros de la Resistencia, ¿se la jugaron?

--Mucho. Tener un herido en la casa era muy peligroso. Y venir aquí a encontrar a alguien

 que tuvo un pariente que estuvo en casa de Sarmiento en Las Landas. También una vez que

 salí en el periódico, uno de Gijón que estuvo en nuestra casa me reconoció y me mandó una

 carta.


--¿Cómo fue el último día en Corao?

--No recuerdo mucho. Oíamos la radio todo el día.


--¿Cómo cruzaron la frontera de Francia, a pie?

-- No. Mi padre se quedó en España y yo estaba con mamá que casi no podía caminar y con

 el resto de mis hermanos. Unos soldados se dieron cuenta de nuestra situación y nos

 subieron a un vagón de un tren que iba para Francia con heridos. Por eso pudimos salir. La

 frontera estaba muy cerca, pero había que caminar.


--Todas sus experiencias se merecen estar publicadas

--Hay un libro que se llama Nuevas raíces en el que hay un relato chico mío. Ahí está

 nuestra experiencia.


--Usted recibió la Encomienda de Isabel Católica

--Ese día yo pensé tanto en mi padre (risas); lo que él pensaba de Isabel la Católica. En el

 momento en el que recibí la distinción, yo no podía aguantar la risa. La gente debía pensar

 en lo contenta que yo estaba, pero en realidad estaba pensando en mi padre.


--¿De qué se siente más satisfecha en sus años como presidenta del Ateneo Español de México?

-- En primer lugar de haber recogido todos los documentos, todos los papeles. No teníamos

 quien los pudiera clasificar, pero se iban juntando. También cuando la gente empezó a

 conocerme, vinieron muchas donaciones de libros para la biblioteca. Empezamos con 300 o

 400 libros y ahora tenemos como 6.000, exclusivamente del exilio.


--¿Cómo valora el homenaje de la asociación Abamia a la figura de su padre?

-- Estoy muy emocionada. Nunca pensé en que se haría algo así. Ojalá la asociación siga

 adelante y no desmaye y que formen de veras un verdadero centro cultural aquí en Corao.

 Tendrían que hacerlo en el edificio del Despertar. A mi se hace absurdo que una cosa que

 era del pueblo se haya vendido a un particular.


--Era usted una cría pero, ¿se acuerda de algunos de los actos organizados por El

 Despertar?

-- Mi padre se pasaba la vida allí y me acuerdo de cuando escogía los abonos según las

 necesidades de cada tierra. Recuerdo que, casi cuando la guerra, hizo una plantación de soja

 para ver si se podía dar aquí y se dio muy bien. También hizo un ensayo para plantar

 tabaco. Su preocupación era saber lo que se podía hacer. Un tipo de abono no servía, pero a

 lo mejor otro era muy bueno.


--Su padre también estuvo vinculado al periodismo

-- Fundó varios periódicos y escribió muchos artículos.


--El exilio español, ¿le debe mucho a México?

--Mucho. La mayor parte de los maestros de la Escuela de Ciencias del Politécnico de

 México que fundó Lázaro Cárdenas, eran españoles. Hay una placa con los nombres de

 todos.


--¿ A qué figuras del exilio conoció?

-- A muchas. Conocía a Celso Amieva, que estaba el pobre muy traumatizado de los campos

 de concentración. No he visto a nadie como él. También conocí mucho a León Felipe, a

 Max Aub, y también a Claudio Sánchez Albornoz y a los Miaja. Conozco mucho al nieto de

 Pachín de Melás y me encargó unas cosas del Sporting de Gijón.