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sábado, 7 de noviembre de 2020

Cierra el Jardín

La primera floristería de Cangas de Onís echa el cierre tras cuarenta años de actividad comercial

El cartel del negocio sigue en su sitio. FOTO: J. G. CASO

Por Javier G. Caso

A lo largo de su historia, La ciudad de Cangas de Onís siempre ha tenido en el comercio la principal actividad económica. Así lo demuestra que la parte baja de la capital canguesa siempre se haya conocido como el Mercado de Cangas de Onís, ya que ahí se celebra desde tiempo inmemorial el tradicional mercado de los domingos.

Un comercio, el cangués, que como el de otras capitales de concejo o cabeceras de comarca, lleva años haciendo frente a una doble competencia: la de los grandes centros comerciales y la de otros gigantes de la distribución como Amazón. Pero si de algo puede presumir el comercio local es de su proximidad, con unos titulares que, con el paso de los años, más allá de su orientación hacia el turismo en muchos casos, se saben de memoria los gustos y preferencias de sus clientes, que no son otros que sus vecinos. Que se lo digan a las hermanas Iglesias, a Carmen y a Maripi, quienes acaban de cerrar su negocio: la floristería El Jardín, un negocio ubicado en los bajos del edificio Pelayo, el rascacielos de la capital canguesa. Tras 40 años desde la apertura de su negocio, Carmen y Maripi se jubilan y con ellas echa el cierre la primera floristería que existió en Cangas de Onís aunque sus orígenes hay que ubicarlos en la capital de la Unión Europea. Como muchos otros vecinos del concejo, sus padres emigraron a Bélgica. Y con ellos Carmen y Maripi, que habían nacido en Intriago. Crecieron en Bruselas hasta que con 21 y 24 años, respectivamente, tras finalizar sus estudios de contabilidad, decidieron regresar a Cangas de Onís y montar su negocio: una floristería. Y eso que las dos tenían trabajo en la capital belga. Allí vivía también el propietario del local que finalmente alquilaron para abrir su negocio en pleno centro de Cangas de Onís.

En Bruselas habían hecho algún curso de Ikebana, el arte japonés del arreglo floral. Estos fueron sus inicios como floristas antes de venirse para Cangas de Onís. “Aquí no había nada parecido. Solo estaba Carmen la maconera, que se dedicaba a hacer ramos de novias y que nos ayudó mucho”, explica Carmen respecto a los inicios del negocio que, tal y como señala su hermana, no fueron nada fáciles. “No había costumbre de regalar flores más allá de las de los entierros”, apostilla Maripi. En un caso como el suyo, y como ha sucedido en muchas familias de emigrantes, lo habitual es que los jóvenes se queden a trabajar en el extranjero y que sean los padres los que regresen primero. Pero el espíritu emprendedor de las hermanas Iglesias las hizo venir a ellas por delante. Siendo como era unas veinteañeras, desde luego fueron unas valientes. Poco a poco fueron haciendo clientes y cogiendo encargos, en muchos casos de la multiud de bodas que hace cuarenta años se hacían en el santuario de Covadonga. La cifra, reconocen, fue cayendo hasta la actualidad tanto por las restricciones que se fueron imponiendo en Covadonga como por la propia caída en picado de las bodas religiosas. Lo de decorar las iglesias para las bodas siempre fue el trabajo que más les gustó ya que les permitía dar rienda suelta a su creatividad en el arte floral. Tampoco faltaron clientes como los que se acercaban por El Jardín el día de los enamorados o cuando tocaba el cumpleaños de su novia o de su mujer. “Muches veces ya no hace falta ni que ti digan lo que quieren. Entran y ti dicen: prepárame lo miu”, comentaba Carmen poco antes de bajar la persiana definitivamente a su floristería, unos días en los que estuvieron de liquidación. Ni siquiera esperaron a Todos los Santos. Y eso que es una celebración de esas que para las floristerías supone unos ingresos muy importantes, los mejores del año. Pero a Carmen y a Maripi les ha llegado ya la hora de la jubilación y bien se merecen descansar de todo el jaleo que todos los años tenían por Todos los Santos. A modo de apunte final, hay que recordar que, además de los 40 años de la floristería El Jardín en Cangas de Onís, durante 17 años regentaron otra floristería en Arriondas, por supuesto con el mismo nombre. Tampoco podríamos terminar este artículo sin recordar al fallecido marido de Carmen, Arturo, quien junto a ellas dos también atendió un negocio que, hasta su cierre, formó parte de la red internacional de floristerías Interflora. Desde que se supo del cierre de El Jardín, en las redes sociales y por supuesto en la misma tienda, Carmen y Maripi no dejaron de recibir mensajes de cariño por parte de vecinos, amigos y clientes. Desde luego las echaremos de menos en la vida comercial canguesa más allá de que haya más negocios dedicados a la venta de flores y plantas; un sector en el que las hermanas Iglesias Fanjul fueron pioneras en la ciudad de Cangas de Onís.




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