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lunes, 24 de febrero de 2014

De samartín en La Riera

Un grupo de cangueses sigue fiel a la tradición de la matanza del gochu que realizan ininterrumpidamente desde hace diez años

Los matarifes agarran el gochu antes de empezar a coralu. FOTO: J. CASO


 Por Javier G. Caso

Hace unos días tocó Samartín. Tocó en La Riera, en Cangas de Onís, donde un grupo de amigos lleva diez años reuniéndose todos los meses de febrero para hacer una matanza al más puro estilo tradicional. Son un grupo original. Sólo paisanos. Las mujeres no participan en ningún momento. Ni siquiera aparecen a la hora de hacer los chorizos o les morcilles, dos actividades en las que la mujer siempre ha estado muy presente. Pero no aquí. Ellos se arreglan solos. Y no por nada. Simplemente porque a ellos les presta. Y porque les encanta zamparse los chorizos que ellos mismos elaboran.

En La Riera para pelar el gochu se tira de soplete. FOTO: J. CASO

 El samartín de La Riera se ciñó al guión típico de esta actividad presidida por la camaradería y el buen rollo. Lo primero es atenerse a una normativa, la del Principado, que prohibe que la matanza del gochu sea un espectáculo público y en la que hay que evitar que el animal sufra de manera innecesaria. Y así se hizo. La matanza de los dos gochos se hizo en propiedad privada, porque ya no es posible sacrificarlos en sitio público. Y así se hizo. César Rodríguez, de Sotu Cangues, fue el encargado de despachar a los dos gochos ayudado de una pistola aturdidora. De esta manera los animales ya estaban muertos cuando los coraron para sacarles la sangre.  Por cierto, que todos dicen que con estos inventos los gochos cada vez sangran peor y en menor cantidad. Por eso la decena de matarifes tuvo que andar lista. El primero de los dos gochos pesaba más de 300 kilos y una vez muerto les resultó imposible subirlo encima del banco que tenían preparado para sacarle la sangre. Así que tocó arrastrarla hasta la bajada de un huertu, dejar la cabeza del gochu en la parte más alta y coralu así de una forma mucho más cómoda.

Luego vino pelar el gochu, una faena que sí que ha cambiado en los últimos años. Nada de meter el gochu en ningún duernu para luego echarle el agua hirviendo por encima y poder así pelarlo. En La Riera, como en otros muchos sitios hoy en día, se tira de soplete. De esta forma se quema la piel del gochu y raparlo resulta mucho más fácil. La tarea se completó pasando un cepillo mojado para retirar cualquier impureza. Fueron varios los matarifes que lo intentaron con el soplete, pero desde luego el que más destreza demostró fue Roberto González, el de La Riera, uno de los organizadores del samartín.

Los participantes en el samartín, en el momento de abrir el gochu. FOTO: J. CASO  
 A continuación llegó la hora de abrir el gochu, sacarle las visceras y aprovechar la sangre que aún le quedaba en su interior, labor en la que se afanó Pepín, garcilla en mano. Terminada esta tarea, y más con el sur que hacía el día en el que se celebró este samartín, los participantes cargaron con el gochu y lo pusieron a buen recaudo en la bodega para dejarlo que  se oreara hasta que llegó la hora de despostarlo. Ya por la tarde, y después de una comida de hermandad entre todos los asistentes, tocó preparar las morcillas. A todo el mundo le tocó algo que hacer. Unos cortaron la grasa, otros picaron cebolla, calabaza y también perejil. Con todo listo llegó la hora de instalarse en la vieja cocinona de llar, un rincón con un valor etnográfico muy notable, y empezar a preparar la morcilla, amasada con sangre, cebolla, grasa, calabaza, sala, pimentón y harina de maíz.

Pepín, el mondongueru mayor, amasa el primer boronchu. FOTO: J. CASO

El mondongueru jefe fue José Manuel González Castro, el alcalde cangués. El primer lote fueron los boronchos, también denominados en Asturias probes o pantrucos. Ya no cuecen envueltos en una berza. Ahora se amasan, se meten en una bolsa de plástico y se ponen a cocer en agua durante dos horas o algo más. La jornada finalizó con  la morcilla ya embutida. Todo esto fue un viernes. El sábado fue el día dedicado a descuartizar o despostar los dos gochos. El domingo tocó elaborar los chorizos. Aún están curando a la espera de que podamos probarlos. Ya les contaremos.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Concluyen los trabajos de mejora en el Robledal de San Antoniu

Tres nuevos robles sustituyen a los ejemplares originales que tuvieron que ser talados debido a su mal estado de conservación

El Campu San Antoniu y uno de los robles recién plantados. FOTO: J. CASO

 A lo largo del día de hoy han concluido los trabajos de mejora del Robledal de San Antoniu ejecutados por el Ayuntamiento de Cangas de Onís y que se han  desarrollado desde primeros de año. Lo último ha sido la plantación de tres nuevos árboles que sustituyen a los robles centenarios que, enfermos, tuvieron que ser talados a fin de evitar cualquier accidente. Los ejemplares de reposición destacan por su buen porte y, a poco que se cuiden, da la impresión que podrían convertirse en dignos herederos de los originales. Los viejos robles que siguen en pie han sido podados y alrededor de sus troncos se ha inyectado aire comprimido mediante la técnica del air spade para oxigenar sus raices, además de abonarlos con compost. Por lo demás lo que hoy más llamaba la atención para cualquiera que se acercara al robledal de Cangas de Arriba era, desde luego, el manto blanco que lo cubría. Aunque estemos en invierno, no se trataba, no, de ninguna nevada o de una repentina granizada. Todo lo contrario. Uno de los últimos tratamientos ha consistido en cubrir el césped del Campu San Antoniu con arena de sílice que, conforme vaya siendo absorvida, debe contribuir a esponjar y descompactar el suelo del robledal, tal y como han  explicado quienes durante el último mes han trabajado para mejorar este lugar tan emblemático de Cangas de Onís.

domingo, 16 de febrero de 2014

La escuela de Corao Castiellu: lo primero salvarla, luego ya la catalogaremos


Adosada a la capilla del Santo Ángel de esta localidad canguesa, el inmueble corre el riesgo de venirse abajo antes de que concluyan los trámites para su inclusión en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias

Vista lateral del aula, con los pupitres en primer término. FOTO: J. CASO

Por Javier G. Caso

Descubrí de forma casual la vieja escuela de Corao Castiellu hace ya algunos años y me llamó la atención desde aquella primera vez. Se trata de un edificio original. Por un lado capilla, por el otro una escuelina.  A través de sus ventanas, que aún tenían cristales, lo que pude contemplar era una escuela de otra época, con todo lo suyo: la mesa del maestro, los pupitres, un gran mapa de España y otro de Asturias, un armario con libros y estantes con material escolar... ¡Ah! Y para completar la escena, un crucifijo, un cuadro de la Inmaculada Concepción y hasta un retrato de Franco en blanco y negro, todo un reflejo de aquel régimen. Disfrutar de todo aquello fue una especie de viaje en el tiempo al que sólo le faltó que, de repente, mientras miraba por la ventana, aparecieran los críos que allí estudiaban junto a su maestro o maestra y comenzara la clase. Hace poco volví. En esta ocasión a tiro hecho. ¿El motivo? Que la comisión de Patrimonio del Principado de Asturias acaba de iniciar los trámites para incluir esta escuela canguesa, y otras 119 de toda la región, en el Inventario Cultural de Asturias. Pero las cosas han cambiado.

Otro aspecto del aula. FOTO: J. CASO

 En estos momentos, y tras muchos años de abandono, el edificio presenta un estado de conservación lamentable y amenaza ruina inminente. Sobre el tejado, que hará treinta años que no se reteja según el testimonio de algún vecino, crecen varios árboles y los aleros de madera apenas se sujetan. Para acceder al interior, casi no hace falta que nadie te abra la puerta. Una de las ventanas está completamente rota, por lo que es fácil colarse dentro. En el resto de las ventanas faltan la mayoría de los cristales y en una de ellas, una enorme grieta da cuenta de que a mucho no tardar el cargadero de la ventana se vendrá abajo.

Desde la escuela se accede a la capilla. FOTO: J. CASO
 Una vez dentro, y acompañados de María Ángeles Prieto, Tita, la vecina que custodia la llave de la escuela, pudimos constatar el desastre que ya intuíamos a tenor del mal estado de la techumbre. Cuando llueve el agua cae a sus anchas por las paredes interiores de la escuela como demuestran las manchas de verdín. Y en una esquina una enorme grieta amenaza con cortar en dos una de las paredes de la escuela. La huella de la humedad también se deja ver sobre el suelo de madera dónde crece hasta mofu (musgo). Además hay varias tablas rotas tras pudrirse la madera. ¡Qué pena! Lo que tenía ante mi era un edificio que necesita una intervención. Y urgente. En la escuela de Corao Castiellu, como mínimo, hay que reparar el tejado para evitar que se venga abajo. Y eso hay que hacerlo sin dilación, sin esperar a que concluyan los trámites para incluirla en el Inventario Cultural de Asturias. No valen excusas. De lo contrario, cuando llegue ese momento, lo que único que podrá inventariarse serán las ruinas de una escuela rural con una larguísima historia que se remonta al siglo XVIII.

Material escolar que aún sigue en su sitio. FOTO: J. CASO


        
Armario.
Libro de matrícula.
Fue un 15 de enero de 1760, según consta en la escritura fundacional, cuando Francisco de Soto y Sobrecueva fundó la escuela de Corao Castiellu. Para ello nombró patronos a sus vecinos y les dejó varias fincas a censo para que las alquilaran y poder así sufragar el sueldo del maestro. Según los datos que me ha facilitado Francisco Pantín aquella era una escuela “para aprender a leer, escribir y contar”. Aquella escuela ocupó el pórtico de la capilla del Santo Ángel de Corao Castiellu. Esa es la estampa que nos muestra un dibujo de 1901 realizado por Leandro Llanos y que mostraron en Corao. De esta forma el edificio escolar y el religioso quedaron unidos. Tan sólo los separa un falso tabique de madera que hace las veces de puerta de doble hoja:    Para acceder a la capilla, en la que se venera a San Antón Abad, hay que hacerlo desde la escuela. Pero en esta localidad canguesa ya hace como dos años que, cuando llega el 17 de enero, ya no se celebra la festividad de San Antón. No hay misa en la capilla.  Los vecinos tienen miedo a sufrir algún accidente si les da por entrar en su desvencijada escuela de paso para misa.



Exterior de la escuela de Corao Castiellu. FOTO: J. CASO

 La de Corao Castiellu fue la primera escuela del concejo de Cangas de Onís y, por tanto, también de la parroquia de Abamia. En ella estudiaron sus primeras letras personajes como el librero Antonio Miyar, el maestro relojero Basilio Sobrecueva o el indiano Eduardo Llanos. Por el testimonio de Alfonso Puerta, un vecino de Corao Castiellu de 89 años y que vive justo al lado, sabemos que en los años 30 del siglo pasado, antes de que estallara la Guerra Civil, en esa escuela había 27 críos. Todos ellos aparecen en una foto que nos muestra Alfonso, uno más entre aquel grupo de escolares calzados con madreñas y que posaron para la posteridad acompañados de Gregorio, su maestro, quien años después, y como otros muchos maestros, moría fusilado por el bando franquista durante la Guerra Civil.

Exterior de la capilla a la que se adosó la escuela. FOTO: CASO


 Respecto a la evolución de la matrícula en esta escuela rural, algunos documentos constatan que durante el curso 1964-1965, en Corao Castiellu estudiaban 20 alumnos. Y en 1972, más o menos cuando cerró sus puertas, en esta escuela canguesa cursaban sus estudios cuatro niños. Es verdad que hace ya muchos años que el edificio dejó de utilizarse como centro escolar. Pero eso no justifica que se pueda venir abajo sin que nadie ponga remedio. Y menos cuando da la impresión de  que alguien, desde luego sin haberla visitado antes para constatar su ruina, ha iniciado el papeleo para incluirla en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. Veremos a ver lo que queda de este inmueble para cuando llegue ese momento. Si para entonces está en el suelo, sería tan lamentable como absurdo que la escuela de Corao Castiellu recibiera ese homenaje póstumo. Ojalá que eso no suceda.


 

sábado, 8 de febrero de 2014

Oleaje en el Lago Enol

Una estampa insólita en mitad del temporal

Vista general del lago Enol, con sus aguas azotadas por el viento. FOTO: JAVIER CASO





 Sin ninguna duda la peor cara del temporal que desde el pasado fin de semana azota Asturias fue la que pudimos ver por toda la costa asturiana donde, en distintas localidades, ha dejado un reguero de destrozos en instalaciones portuarias, paseos marítimos, embarcaciones destruidas o perdidas, negocios particulares y hasta un museo. Nada quedó a salvo de un mar Cantábrico desbocado. 

El temporal, marcado por el fuerte viento, también se dejó notar en el interior del Principado de Asturias, donde incluso hubo varias personas heridas en lugares como Oviedo, Mieres u Onís. Las mayores rachas de viento en toda España se registraron el martes en la estación meteorológica que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) tiene en Cabrales. Con todo, la fuerza de la Naturaleza desatada por este temporal, también nos ha permitido disfrutar de alguna imagen tan insólita como impresionante.

 Como la que ilustra este artículo. Fue tomada el pasado martes desde el interior de un coche estacionado a la altura de la Piedra´l Llagu, a escasos metros del Lago Enol, batido por fortísimas rachas de viento que levantaron olas y más olas en toda la superficie del más grande de los dos Lagos de Covadonga. Ese día el Enol distaba muy mucho de ese lago de aguas tranquilas al que nos suele tener acostumbrado. Todo lo contrario. Se asemejaba más a un mar embravecido en plena galerna. Y en sus alrededores, quien se arriesgaba a dar un paseo, corría el riesgo de quedar empapado por el agua del lago Enol levantada por el viento y convertida en una especie de aguacero.

Desde luego no era el mejor día para visitar Los Lagos. Intentar salir del coche, en los sitios más expuestos, suponía arriesgarse a que un golpe de viento dañara o se llevara por delante una puerta. Pero no hizo falta correr ese riesgo para llevarse un recuerdo fotográfico. Entre aguacero y aguacero producido por las olas, y después de pasar el limpia parabrisas del coche en el que nos protegíamos para despejar su luna delantera, fue como pudimos hacer esa foto que deja patente cómo se enfada el lago Enol cuando es azotado por el viento, algo que no se ve todos los días.


Antes de pasar el limpia, la visibilidad era nula. FOTO: J. CASO