Cangas de Onís, 9 de octubre de 2020
Por Javier G. Caso
Iniciamos esta semana con el fallecimiento de otra persona conocida y
apreciada: Matilde Mallén Herrero, a la que todos conocimos como Uca
Mallén. Su figura ya fue recordada días atrás en la prensa escrita
regional con sendos artículos de Guillermo Fernández Buergo en las
páginas de El Comercio y de J. M. Carbajal en La Nueva
España. Ambos la conocían bien. En el caso de Guillermo fue
compañero de Uca en la redacción del desaparecido semanario
llanisco El Oriente de Asturias.
¡Qué decir de Uca! La conozco desde críu, de cuando ella venía
desde Llanes a visitar a sus tías, Eloísa y Josefina Herrero, mis
vecinas de edificio en el entonces número 1 de la calle del Hotel,
la actual calle Bernabé Pendás de Cangas de Onís.
Nosotros vivíamos en el tercer piso y las hermanas Herrero, les ties
de Uca, justo debajo, en el segundo cuyas ventanas, como las
nuestras, daban a la parte de atrás del ayuntamiento. Con Eloísa y
Josefina pasaban temporadas los padres de Uca, Pilar y José María,
su hermana Tere y su hermano Jose Mari, químico y que venía desde
Francia a donde emigró siendo muy joven. Aunque llevaba más de
medio siglo viviendo en Llanes donde se había casado, Uca era y se
sentía muy, pero que muy canguesa, concejo en el que había nacido
en 1936, en plena Guerra Civil. Uca venía por Cangas cuando podía;
cuando la traían en coche algunos amigos o sus hijas, Varenka y
Alejandra. Eran siempre visitas más cortas de lo que a ella le
hubieran gustado. Para Uca era obligado, sobre todo, visitar el
cementeriu de Cangues d´Arriba y la capilla de San Antoniu por el
que sentía mucha devoción. Uca ejemplificaba a esos cangueses que,
viviendo fuera, casi siempre venía por Cangues el día grande de San
Antoniu. Y si por trabajo no podía ser por la mañana, para asistir
a misa y a la procesión, entonces venía por la tarde a hacerle una
visitina a su “San Antonín del alma” como ella le
llamaba.
Uca, que fue correctora de textos del semanario llanisco El
Oriente de Asturias, en el que
además escribió durante años la sección El rincón
femenino, era colaboradora asidua de la revista de San Antoniu.
Casi siempre firmaba sus artículos como Ana Sierra de la Pedrera, su
seudónimo. En sus textos conversaba de tú a tú con San Antoniu.
Unas veces le agradecía al santo sus favores, mientras que otras le
recriminaba que no le hiciera caso. Además, y en confianza, también
le hacía mención a su fama de ser un santu peseteru a la
hora de conceder alguna gracia. Y en medio de esas conversaciones, Ana
Sierra de la Pedrera nos iba informando de todas las cosas que habían
sucedido por Cangas de Onís a lo largo del año previo a las
fiestas: obras, fallecimientos, la vida política local, recuerdos de
antaño... Son las suyas unas crónicas de lo más interesantes y que
también nos permiten recordar rincones y edificios cangueses, así
como personajes locales que ya no están entre nosotros como Evaristo
el barrenderu. Uca casi siempre se refiere al río Güeña como el
ríu Chicu de Cangues, en contraposición con el Sella, un
topónimo local que ahora apenas se usa, al menos entre los más
jóvenes.
Muchas de las anécdotas e historias canguesas que Uca recogía en
sus artículos se las había contado su tía Eloísa, una mujer que
era muy graciosa. Hace unos días cuando supe de su fallecimiento,
comenté en las redes sociales que, con su muerte, nos habíamos
quedado sin una gran pregonera de San Antoniu. Sin embargo, nuestra
amiga común Marga Cimentada, me sacó del error enseguida al
recordarme que Uca Mallén sí había sido pregonera de nuestras
fiestas patronales. De hecho leyó su pregón en 1994 desde el
mismísimo balcón del ayuntamiento. Habrá que buscarlo porque tuvo
que ser un discurso magnífico. También me recordaba Marga, quien
durante muchos años formó parte de la comisión organizadora de la
fiestas de San Antoniu, lo mucho que había que bregar con Uca todos
los años hasta conseguir convencerla de que les mandara su artículo
para la revista, de hecho hubo ocasiones, siempre por cuestiones
personales que la desanimaban, que no lo publicó. Luego cuando, al
año siguiente, enviaba su texto, siempre disculpaba su ausencia con
esa gracia que la caracterizaba. Uca era muy buena gente. Educada,
saludadora, gran conversadora y, como ya he dicho, una canguesa de
pura cepa. No hay más que ver como terminaba el artículo que
escribió para el libro de las fiestas de San Antonio en 1994: “...Y
aunque no mi hagas casu, seguiré pidiéndoti esto y lo otro, pero
sobre tou, que protejas a esti Cangas de mi alma que, a pesar de
estar lejos, recórrolu todos los días con el pensamientu y quiérolu
cada vez más”. Hasta siempre, Uca. Y ten presente que cuando
pasemos por la capillina de San Antoniu, vamos a acordanos muchu de
ti.