El último hórreo beyusco de Biamón se muere
|
Vista general del horru de Moisés desde el lateral que se encuentra más deteriorado. FOTO: J. CASO |
|
|
Por Javier G. Caso
En Biamón
ya solo jumea una chimenea, la de la única casa que aún sigue
habitada. La de Mariano Hortal y su padre Lolo, de 93 años. El resto
de lo que hasta hace décadas era una aldea de Los Beyos llena de
vida y con varias familias numerosas, es una verdadera ruina. Un
paisaje cuasi apocalíptico, más si cabe después del enorme argayu
que se vino encima del pueblo hace unos años. Apenas hay casas en
pie. La mayoría de ellas están sin cubierta, con sus muros al aire,
convertidas en una especie de esqueletos de piedra de los que asoman,
a modo de brazos que imploran auxilio, lo que en su día fueron las
vigas que sostenían sus tejados.
|
Vista de Biamón. FOTO: J. CASO |
|
|
|
En aquel
Biamón habitado criaron Moisés y su esposa Lucía a una quincena de
fios. Era Moisés un paisano de esos curiosos a la hora de trabajar
la madera. En el portal de la que fue su casa aún se conserva su
banco de madreñeru. Además tocaba la gaita. Y, si se terciaba,
ejercía como improvisado escultor. O lo hizo. Al menos una vez. Fue
allá por 1976 cuando, antes de dejar su aldea, Moisés López Rivero
decidió labrar sus iniciales y una fecha a modo de despedida. Lo
hizo en una roca natural que asoma pegada a la muria de una cuadra.
Junto a su casa. Frente por frente del que fue su hórreo: el horru
de Moisés.
|
Inscripción de Moises. FOTO: J.C |
|
|
Quizá
para lo contemplara esculpió también una cara, quien sabe si su
autorretrato. Un rostro que mira en dirección al hórreo. Al suyo.
Al que tanto quiso y al que tantos cuidados y mimos le dedicó: le
reforzó sus esquinales. Además, y con tanta prole, el horru acabó
por convertirse en una habitación más de un domicilio familiar en
el que no cabían. Y para que los rapaces no pasaran frío, Moisés
colocó unos listones de arriba a abajo entre colondra y colondra.
|
Vista de uno de los frentes del horru de Moisés. FOTO: J. CASO |
Construido en el siglo XIX, según el censo redactado en 2013 por el
etnógrafo Ástur Paredes, era el de Moisés uno de esos hórreos con
cubierta a dos aguas, de los de estilo beyusco. Uno de los cinco
que llegaron a existir en Biamón, aldea del concejo de Ponga. Y el de Moisés es el único que
sigue en pie, por decirlo de alguna manera. Realmente está herido de
muerte. Aguanta a duras penas, entornau y renqueante como un boxeador
sonado a quien le acaban de propinar y guantazo digno de un K. O. Sigue
en pie, pero será difícil que lo haga para cuando llegue la
próxima primavera. Parte de la cubierta se vino abajo y casi todo el
piso se ha hundido. Además, por si fuera poco, uno de sus laterales
ya se ha ido al garete también. Ya no existe.
|
El hórreo de Moisés, en estado de ruina casi total: FOTO: J. CASO |
A la
vista de este panorama desolador, habrá que volver la mirada y
fijarse mejor en el rostro pétreo esculpido por Moisés. Tengo para
mí que, en su momento, en la boca tallada, aunque toscamente, se
dibujaba una sonrisa, un rictus que ha mudado por completo hasta
asemejarse más al de una boca que emite un grito de dolor y
desconsuelo ante ese hórreo moribundo que nada tiene que ver con
aquel que cuidó Moisés y que además, es el único elemento
etnográfico existente en la que fue su aldea.
|
El rostro pétreo que esculpió Moisés. FOTO: J. C |
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario