La periodista y escritora Aitana Castaño y el dibujante Alfonso Zapico regresan con un nuevo libro que nos acerca a la realidad de las cuencas mineras asturianas en los años 60 del siglo pasado
Portada del libro editado por Pez de Plata. FOTO: J. G. CASO |
El tándem cuenquil que integran la periodista y escritora Aitana Castaño y el dibujante e ilustrador Alfonso Zapico acaba de publicar Carboneras. Es, tras Los Niños de Humo, su segundo libro juntos; ambos con la editorial Pez de Plata. Tanto Castaño como Zapico son de la Cuenca del Nalón y su conocimiento, tanto de la realidad minera como de sus gentes, es algo que se percibe conforme uno va leyendo Carboneras. Es un libro que engancha desde la primera página hasta la última a través de diecisiete relatos. Cada relato funciona como una pequeña historia, en el sentido de que son cortas, de unas pocas páginas. Pero intensas. Y aunque pueden leerse de forma independiente, todas ellas están engarzadas como las cuentas de un collar y se suceden como si fueran los capítulos de una novela. Carboneras es un relato sociológico de las cuencas mineras allá por la década de los 60 del pasado siglo con un claro protagonismo femenino, encarnado por esas mujeres que se dedicaban a clasificar el carbón y que también, sí ellas también, sufrieron la durísima represión que el régimen franquista ejerció en esta zona de Asturias. Todo ello se percibe, precisamente, en el relato que da título al libro. Hay historias de represión, pero también de amor, de solidaridad, de dolor, unos sentimientos todos ellos que desfilan por las páginas de este libro en el que también aparecen personajes masculinos, eso sí, en papeles más o menos secundarios: el tendero, el cura obrero, el minero comunista, el fugau, el dueño de la empresa local de autobuses o el capitán de la Guardia Civil, un furibundo anticomunista. Más allá de la dureza de algunos relatos y de algunas de sus escenas, como esas carboneras a las que vejan en el cuartelillo de la Benemérita rapándoles la cabeza, en este libro también se aprecian, aunque sea de soslayo, buenos momentos marcados por la alegría de unas vidas que vuelven a reencontrarse muy lejos de Asturias tras años de forzada separación. O por el disfrute de unos pasteles, unos milhojas, capaces de hacer que una niña se olvide de lo malina que está de los pulmones. Al igual que Los niños de humo, Carboneras se lee de un tirón. En paralelo a los relatos escritos por Aitana Castaño, las ilustraciones de Alfonso Zapico describen distintas escenas, momentos, o detalles de cada historia y al final, cuando la lectura de esos relatos llega a su fin, a modo de álbum de fotos, cinco páginas llenas de dibujos nos cuentan cómo les fue a varios de los personajes de un libro que se desarrolla en Montecorvo del Camino, una localidad minera nacida de la imaginación de Zapico y que ya aparece en La Balada del Norte, su historia gráfica de la Revolución del 34. En Montocorvo y, más en concreto, en sitios como el pozu Revenga, las tolvas, la Zapatería GG, la iglesia de Santa Bárbara, el cuartelillo, el comercio Casa Cuco o el barrio de la Soledad, confluyen todas esas pequeñas grandes historias que se recogen en Carboneras y que también discurren, en parte, en otros lugares como Mieres, Oviedo o hasta la mismísima Buenos Aires.
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