Una bella estampa invernal, la del lago Ercina congelado, de la que algunos no supieron disfrutar
Vista general del lago Ercina, casi congelado por completo. FOTO: JAVIER CASO |
Por
Javier G. Caso
La
invernal y espectacular imagen de un lago Ercina casi
congelado por completo tuvo su peor cara el pasado domingo 22 de
enero cuando unos descerebrados decidieron convertirlo en una especie
de pista de hielo como las que, durante las pasadas navidades,
estuvieron instaladas en Oviedo y Gijón. Y claro, el
hielo del Ercina se quebró bajo sus pies y hasta siete personas
terminaron empapadas. Los mismos domingueros que son capaces de subir
a un niño a lomos de una vaca mientras está tranquilamente tumbada
en una campera para hacerle una foto a su retoño, o quienes son
capaces de hacer la ruta del Cares en alpargates,
son los que ahora se deciden a ir más allá adentrándose en un lago
de montaña parcialmente congelado.
En
fin. Allá cada uno. Pero ni el espesor del hielo, ni el lugar son
los adecuados para hacer una tontería así. Soy de los que pensaba
que en el lago Ercina, el más pequeño de los Lagos
de Covadonga no
hay profundidad suficiente como para cubrir por completo a una
persona adulta; de ahí que cuando se supo que varias personas se
habían precipitado al lago tras hundirse el hielo que pisaban, tan
sólo pensé: bueno, los pies mojados o como mucho empapados hasta la
cintura. Un chapuzón no deseado y que espabilen. Pero no. Resulta
que hay puntos concretos del Ercina en los que puede haber hasta dos
metros de profundidad. Y eso ya son palabras mayores. Si alguien se
hunde justo ahí, igual no sale. No digamos nada si esa tochura
de caminar sobre el hielo, alguien decidiera llevarla a cabo en el
lago Enol,
con profundidades de hasta 24 metros.
Lo
cierto es que vivimos tiempos de locura. Los autorretratos
fotográficos, los populares selfies,
unidos a un cierto afán exhibicionista al que luego damos carrete en
las redes sociales, es lo que suele estar detrás de todas estas
pijadas. Ya no vale fotografiarse con un lago helado detrás. No.
Ahora lo que mola es hacerse la fotito sobre el mismo lago. Verás
que envidia le vamos a dar a los colegas y, al mismo tiempo, verás
los muchos me gusta que sumaremos de nuestros seguidores en Facebook
o Instagram. Por fortuna no pasó nada. Como mucho una buena moyadura
y, a buen seguro, un constipado. Pero, por favor, seamos serios. Se
trata de un Parque
Nacional, el de
los Picos de Europa. Y si
el baño está prohibido en Los
Lagos de Covadonga, una
medida más o menos discutible, tal y como advierten un buen número
de carteles, ¿ hace falta que también se coloque una señal que
diga expresamente que tampoco se puede pasear sobre sus aguas
congeladas? Esto no hay quien lo entienda. Se supone que nunca hemos
estado tan bien informados como ahora. Sin embargo, luego la peña
actúa y se comporta como auténticos ignorantes.
Vista general del Lago Enol, con aves acuáticas sobre el agua. FOTO: J. C. |
Debo
estar haciéndome mayor. Contemplar días atrás el Ercina congelado,
lejos de invitarme a a cruzarlo como a esos desaprensivos, no sé si
con la idea de imitar a algún explorador del Ártico,
tan sólo me llevó a recordar una anécdota que recuperé de la
novela Tomates verdes fritos en el Café de Whistle Stop,
que leí hace ya unos años. Una de sus personajes, una señora
mayor, contaba una leyenda genial: hablaba de la súbita
congelación de un lago en Alabama. Y de cómo los patos que lo
habitaban, lejos de morir de frío allí atrapados, salieron volando
y se llevaron el lago con ellos hasta el vecino estado de Georgia. En el caso
del Ercina, antes de que se llegara a helar por completo, las fochas
que lo habitan todo el año, lo que hicieron fue huir del hielo y
trasladarse hasta el vecino lago Enol sobre el que se las podía ver
nadar tranquilamente. Ni estas aves acuáticas que pesan bastante
menos que una persona, osaron pisar y caminar por la superficie
helada del lago Ercina. Por si acaso.
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