El pongueto José
Ángel Moriñigo, el gran triunfador del último concurso nacional, mantiene viva la tradición de la ganadería de caprino en el
desfiladero del Alto Sella
José Ángel Moriñigo con "Beyusca", campeona nacional de la cabra bermeya, en Corao. FOTO: JAVIER G. CASO |
Por Javier G. Caso
El desfiladero de Los Beyos
siempre fue, y sigue siéndolo, tierra de cabras y cabreros. El caprino, es con
mucho, el ganado que mejor se adapta a esos parajes tan bellos como agrestes y
verticales. Apenas hay suelo para la agricultura y los pocos prados llanos que
hay son los que consiguieron en tiempos inmemoriales los beyuscos a base de
aterrazamientos construidos a costa de mucho esfuerzo y ganados a la
verticalidad. Pero la mayor parte de este territorio que atraviesa el Sella en
su curso alto y que comparten los concejos de Sajambre, Ponga y Amieva, son
unas laderas rocosas y empinadas en las que solo las cabras son capaces de
aprovechar unos pastos tan minúsculos como excelentes. Los pastores de los
pueblos de los Beyos son los que siempre se han encargado de atender a esos
rebaños.
El puente Angoyu, en el desfiladero de Los Beyos. FOTO: J. CASO |
Esa tradición ganadera sigue viva gracias a
personas como José Ángel Moriñigo, vecino de San Ignacio de los Beyos y, sin
duda, el gran triunfador del último concurso nacional de la cabra bermeya.
Moriñigo se presentó el pasado sábado 22 de noviembre en Corao con un rebaño de
once animales que mereció ser distinguido con el premio al mejor lote del
certamen. Además una de sus cabras, de nombre beyusca, fue elegida por
el jurado campeona nacional de la muestra. Pero la cosa no quedó ahí y a estos
dos galardonados se sumaron otros cuatro más, entre ellos el de mejor cabritu y
mejor chivo joven. La pena de este joven ganadero pongueto, que lleva desde
crío dedicado a este oficio, fue no haber podido llevar al concurso a su chivo Mocu.
Una pelea con otro animal del rebaño lo dejó sin uno de sus cuernos y este
problema estético dejó al castrón sin opciones a presentarse al concurso. No
obstante su propietario tiene claro que, sin duda alguna, “es el mejor chivu
que tengo”. Por eso, añade, lo mantendrá como principal semental de un rebaño
que Moriñigo ha ido conformando poco a poco a lo largo de los últimos quince
años desde que, siendo un chavalete, un vecino le regaló una cabrita. “Me la
dio José el de El Arenal y criela a mamona. Luego parió dos cabritos”.
Moriñigo con parte de su rebaño días atrás en Vidosa. FOTO: J. CASO |
Aunque
el grueso de su rebaño lo componen cabras de raza bermeya, Moriñigo también
tiene otros animales, como una cabra negra y otra de tonos amarillentos, cuyos
colores le son de mucha utilidad a este pastor de San Ignacio ya que las usa a
modo de reclamo visual. Y es que localizar desde lejos por los Beyos a sus
cabras bermeyas, o “rubias” como las llama Moriñigo, no es fácil porque su
color las camufla entre la vegetación de las laderas del Alto Sella. Este
ganadero, que también tiene ganado vacuno y ovejas, cría cabras para carne. De
lo más ecológica desde luego. No en vano su rebaño pasta libremente por encima
de Rubriellos hasta El Derrabau, por encima de la margen derecha del
Sella, la mayor parte del año. Moriñigo
solo las guarda cuando a sus cabras les llega el momento de parir, precisamente
en esta época del año. Entonces las ayuda y refuerza su alimentación con un
poco de pienso y hierba.
Moriñigo cría cabras desde hace quince años. FOTO: J. CASO |
Este
pastor asegura que ésta es una ganadería rentable porque los cabritos tienen
salida. Pero claro las cosas no son tan sencillas. Su gran problema son los
lobos y sus ataques al ganado menor. En lo que va de año estos cánidos se han
llevado por delante cuarenta y dos de sus cabras. Por eso, asegura, en los
Beyos quedan cada vez menos rebaños de caprino. Está el suyo, el de César y Arsenio
en Casielles; las cabras de Mariano en Biamón, las de Colás y Lorenzo en San Ignacio y
alguna más de los de El Arenal. Alguna otra cabra queda también en la zona del
desfiladero de los Beyos que pertenece a Amieva, como las de Pepito el de Vega
de Cien, las de José Antonio Vega, en Cien o las de Rubén el de Ceneya; además
de alguna que otra en Pregondón. Es una lástima pero todo indica que, de seguir
así las cosas, los apreciados cabritos de los Beyos, una carne con un potencial
gastronómico excelente, podrían tener los días contados si quienes los crían
acaban abandonando su oficio. Ojalá que esto no suceda.
Los Beyos, a la altura de la Güera. FOTO: J. CASO |
Y si bien los pueblos beyuscos
han ido perdiendo gran parte de su población a lo largo de las últimas décadas,
con aldeas abandonadas como Rubriellos o Tolivia; que por lo menos, los pocos
vecinos que quedan puedan seguir con sus rebaños y que sus cabras sigan sacando
provecho a los pastos de la “entalladura fantástica”, tal y como el francés
Paul Labrouche bautizó al desfiladero del Sella. Un paisaje en el que en su día
“algunos pastores de la comarca conseguían dar la vuelta a la rueda del año
siguiendo a un hato de cabras sin salir de la pared”. Así lo explican Gonzalo
Barrena y Jaime Izquierdo en su excelente libro Marqueses, funcionarios,
políticos y pastores, publicación que nos acerca a los “pueblos pastores”
del entorno de los Picos de Europa y que hoy día están representados por
jóvenes como el beyusco José Ángel Moriñigo, digno sucesor de otros históricos
cabreros de Los Beyos como Rafael Rivero, Ciriaco, Venancio, Lorenzo el del
Beyu, Pepe el de Covarcil o Gasparín el de la Caviella.
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