Por Javier G. Caso:
La parca no descansa. Este domingo se llevó a uno de los buenos, a una persona que derrochaba carisma: Celso Fernández Sangrador, Celsín el de la Sifonería. Quedé helado cuando Pepillo Remis me preguntó si sería cierto que había fallecido. Por desgracia la fatal noticia se confirmaba poco después. Te enteras del fallecimiento de alguien conocido y apreciado, haces memoria, y los recuerdos bullen por doquier. ¿Qué decir de Celso?
Lo recuerdo repartiendo bebidas por Cangas de Onís con su camión. Celso era el que repartía la gaseosa La Casera, la leche Lagisa y la tónica Schweppes. Por supuesto, tambien sifones. Nació y creció en la canguesa calle de San Pelayo. Al pie del negocio familiar: una Sifonería. De aquel local, cuando las máquinas envasaban los sifones, salía un ruido, un soniquete que, durante años y años, vino a ser algo así como la banda sonora de ese rincón cangués.
Aquel negocio de bebidas, hace años, se transformó en una casa de comidas y siguió conservando su nombre: “La Sifonería”. De hecho sus paredes estaban adornadas con la colección de sifones que Celso fue atesorando a lo largo de toda su vida. Algunos, llegados desde muy lejos, fueron regalos de amigos; unos conocidos que sabían de su pasión y apego por estos envases. En el negocio hay también un sinfin de dibujos, fotos y otras referencias visuales acerca del sifón. Celsín nunca había sido hostelero, sin embargo con su capacidad y maestría para las relaciones públicas, se convirtió en el referente de un negocio familiar en el que ejercía de perfecto anfitrión junto a sus hijas. No desvelaré su secreto, del que seguro que habrá quedado algún rastro en los libros de reservas del restaurante, pero a los clientes conocidos, por muy liados que estuvieran en la Sifo, Celso siempre encontraba la forma de buscarles acomodo y de conseguirles una mesa.
De la mano de Celsín y de Marga, su fiel escudera, así como de sus tres hijas, nacieron los premios Sifón de Oro, un galardón cuyo objetivo es premiar y distinguir a personas e instituciones que hayan destacado por su labor en pro de Cangas de Onís. Y es que Celso era muy, pero que muy cangués. Ejercía de ello en su vida diaria, implicándose en multitud de actividades. Siempre juntos, tanto él como Marga, formaron parte durante mucho tiempo de la directiva de la Sociedad de Festejos San Antonio ( SOFESA), que organizaba las fiestas patronales. El 13 de junio, el día de San Antoniu, Celso no fallaba a la hora de portar a hombros el ramu de pan de la calle San Pelayo acompañado de otros vecinos, entre ellos los Fifos: José Luis, Fredi, David e Isaac. Sobre su cabeza lucía su montera picona, la misma que sus familiares colocaron sobre el féretro en compañía de un sifón, siempre adornada con una pinza, emblema de la fiesta de la calle San Pelayo, de la que Celso fue uno de sus principales impulsores. Aunque acaba con una verbena, el origen de la fiesta de la pinza fue una merienda popular en plena calle en la que siempre participaron los vecinos y también los turistas que se arrimaban.
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Celsín, a la derecha, junto a Jose Luis, el Fifu, con el ramu de 2012. Foto J. G. Caso |
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Celso, entre Juanín Grech y Queta, homenajeados en la fiesta de la pinza de 2004. |
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Celso y Josefina García, con Jesús Ania y Esther Blanco, en la fiesta de la pinza de 2009 |
Otra de la fiestas favoritas de Celso era el Antroxu. Era de los que siempre se disfrazaba el martes de Carnaval, ya fuera en solitario o en compañía de sus amigos. En los últimos años, ya jubilado, Celsín se convirtió en el percusionista de la Agrupación de bailes Picos de Europa. Allí donde actuaban, allí estaba él, feliz, dándole al bombo. Antes, y durante muchos años, también formó parte del Coro Peña Santa de Cangas de Onís. Por eso digo que era un cangués activo y, además, una persona interesaao por la promoción de la Cultura en el ámbito local. Desde su negocio se impulsó el concuso de dibujo escolar “Pinta un sifón”. Los últimos años también organizaron hubo multitud de presentaciones literarias, recitales de poesía, festivales de tonada, actos todos ellos desarrollados en el restaurante “Al pie de un sifón” y para los que Celsín y Marga contaron con la colaboración de su gran amigo y cangués de adopción Luis Salcines. Como ya han dicho muchas personas a lo largo de los últimos días desde que se conoció su fallecimiento; está claro que Cangas de Onís le va a echar mucho de menos. Porque vamos a ver Celso; sin ir más lejos, cuando llegue a Cangues la próxima Cabalgata de los Reyes Magos, ¿quien ayudará al rey Melchor?
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Andrés y Ana González Carretero, abrazados al rey Melchor. |
A continuacion reproduzco íntegra la entrevista que le hice a Celso en 2013 como pregonero de San Antoniu y que salió publicada en el libro de las fiestas patronales de Cangas de Onís de ese año.
“Soy un repartidor de
bebides. Fue lo que hici durante 35 años”
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Celsín, en un rincón de su querida Sifonería. FOTO: J. G. CASO |
JAVIER G. CASO
CANGAS DE ONÍS
Al pregonero de las fiestas de San Antoniu de este año, Celso
Fernández Sangrador, en Cangas de Onís todos le conocen por Celsín,
el de la Sifonería. No es para menos. Vino al mundo hace 65 años
en la muy canguesa calle de San Pelayo, en el primer piso del
edificio que aloja en su planta baja el negocio familiar. “Nací
aquí encima, a la parte de arriba de esi ventilador”, comenta con
sorna nuestro pregonero al inicio de esta entrevista. Fundada allá
por 1896 y sin necesidad de cambiar de nombre, hace 19 años, la
Sifonería se transformó en una tienda bar, un negocio que en este
tiempo ha logrado convertirse en un local de referencia dentro de la
hostelería canguesa. A ello ha contribuido, no cabe duda, Celsín.
Ahora, ya jubilado, se limita a “echar una mano” a sus hijas, que
son las que llevan el negocio.
La Sociedad de Festejos de Cangas de Onís te ha elegido para dar
el pregón de las fiestas de 2013, ¿cómo lo valoras?
Nunca me lo hubiera imaginau y me siento muy honrau. Me imagino que
será por mi implicación en les fiestes. Llevo toda la vida metíu
en alguna historia de San Antoniu. También estuvi en la comisión y
mi mujer, Marga, todavía estuvo más años que yo. Estoy muy
contentu.
Este año serás el pregonero y tu vinculación con las fiestas
patronales viene de mucho atrás; pero lo cierto es que no hay evento
festivo en Cangas de Onís al que le hayas dado la espalda.
Pues sí; siempre colaboré con la Cabalgata de Reyes y tampoco fallé
nunca en el Carnaval. De hechu, James Fernández Mcclintock hizo un
estudio sobre los carnavales en el Norte de España y se centró en
el nuestru grupo de Carnaval. Daba conferencies por tou el mundo,
luego mi mandaba postales y mi decía: “¡mira Celso, ya te conocen
en Japón!” También fui presidente de la Asociación de Padres
durante tou el tiempu que les mis hijes estuvieron en la escuela. Y
haz años anduvi metíu en la organización de la Subida a Enol. La
verdad é que siempre mi gustó estar metíu en alguna actividad.
¿Cómo va a ser su pregón?
La idea é que sea emotiva y sentimental, así que igual hay que
tener un kleenex a mano, por si acaso (risas).
¿Qué destacarías de las fiestas de San Antoniu?
Pues que sean unes fiestes abiertas a tou el mundu, sin olvidar que
el motiva de una fiesta de cualquier puebla es que la discuten los
vecinos. No i encuentro ningún sentidu a eso de hacer la fiesta
pensando en los que van a venir de fuera. Les fiestes de San Antoniu
nunca perdieron su esencia. Ves programas de hace 100 años y la
fiesta era igual, como comprobamos cuando preparamos el dossier para
que la declararan Fiesta de Interés Turístico Regional.
¿Crees que les falta algo?
No echo nada de menos. Siempre hay alguna cosa complementaria. Son
unes fiestes muy completes en les que la tradición se complementa
con eses torees verbenees que son una poca de espectáculo y con
torees actividades: deportes, teatro…
Si tuvieras que elegir algún momento concreto de nuestros
festejos, ¿qué me dirías?
Me quedo con el día de San Antoniu, desde las 11 de la mañana hasta
las seis de la tarde. Para mí la misa y la procesión es lo más
grande de toes les fiestes. La misa de San Antoniu é una maravilla:
Hay una gran solemnidad y el coro Peña Santa canta en latín la
Pontifical de Peruzzi, que es preciosa. San Antoniu va muchu más
allá de lo religiosu. Vas a la novena y ves allí a gente que ni te
lo imaginas.
¿Y la Joguera?
Nunca la salté.
¿Cómo valoras la comida popular que se celebra en el Campu San
Antoniu al finalizar la procesión, la subasta y la quema del
xigante?
La comida en el robledal é una de les grandes novedades de los
últimos años. Antes no se hacía y es algo que realza la fiesta.
Parece que la Jira vuelve a ir a más.
También se recuperó después de unos años de itinerancia; y no
triunfó hasta que volvió otra vez a Contranquil.
Una fiesta como San Antoniu, ¿la vives ahora igual que cuando
eras más joven?
Ahora disfrútola más si cabe; con 20 años es una fiesta, pero
ahora la sientes y la disfrutas muchu más. Vas cogiendo una
sensibilidad muy distinta a la que te da la fogosidad de la
juventud.
Desde hace muchos años eres de los que porta a hombros el ramu de
la calle San Pelayo, ¿cómo nació esta iniciativa?
Por un vecinu que quería hacer un ramu y no sabía. Como eso era
difícil, apostamos por hacer unu que abarcara a todos los vecinos de
la calle San Pelayo. Coincidió que aquel añu había varios que
estaban jorobadinos. Al principiu les peticiones iban entre el ramaje
del ramu. Allí metíamos el papelín. Ahora la gente aporta al ramu
por aportar, sin necesidad de pedir nada; o no lo dicen (risas). Y
el que quiera seguir metiendo el papelín, puede hacelo porque es
confidencial.
¿El ramu sigue siendo solo de los vecinos de la calle San Pelayo?
Ahora participa gente de tou Cangues y cada unu da lo que quier.
¿Hay algún ceremonial en la preparación del ramu?
Les flores colocámoles por la mañana el mismu día de San Antoniu,
pero les hojes de roble ya se colocan la víspera de San Antoniu por
la noche. Al principiu hacíamos algo de fiesta mientras
confeccionábamos el ramu; había pinchos y tomábamos algún
cacharro. Recuerdo un añu que llovió y no aparecía ni Dios a la
hora de hacer el ramu (risas).
¿Se siente algo especial al subir el ramu año tras año?
Pa mi é algo así como la ITV. Cuando llego a la iglesia de Cangues
de Arriba después de subir la Carreterona siempre me digo: ITV
pasada. Y espero que mi quede cuerda pa muchos años más. Solu lu
llevamos tou el caminu José Luis el Fifu y yo, pero también nos
ayudan sus hermanos y algunu más.
Pesar, debe pesar lo suyo, ¿no?
La verdá é que no sabemos lo que pesa el ramu; pero é muchu. Y muy
altu porque al salir de la iglesia al principiu de la procesión
tenemos que doblar les rodilles. Recuerdo un añu que andaba yo con
lumbago y va David el de Fifi y díjomi: “Celso, tu tranquilu,
lleva el ramu, que yo solu pongo el llombu” (risas).
¿Qué relación tienen el ramu de San Pelayo y la fiesta de la
pinza?
La fiesta de la pinza surgió a partir del ramu hará más de veinte
años ya. El primer añu los donativos superaron el coste del ramu y,
con lo que sobró. Decidimos organizar una fiesta. Además nos venía
muy bien que San Pelayo sea el 26 de junio. Fue una forma de hacer
unión entre el vecindariu de nuestra calle. La de la pinza é una
fiesta popular y que se haz sola. El músicu cobra lo que sobra y
todos los vecinos y los bares traen pinchos. Los vecinos solu armamos
les meses que nos pon el ayuntamiento. La fiesta de la pinza, que é
una fiesta pequeña, trájola San Antoniu.
Llevas toda una vida ligado a la Sifonería, ¿cuándo empezaste a
trabajar en el negocio familiar?
La mayor parte de mi vida la pasé repartiendo bebides. Empecé a
trabajar a los once años cuando murió mi padre. Primero repartía
con un carru, luego ya con el camión. Repartía sifones, pero
también gaseosa La Casera y cerveza la Estrella de Gijón. Y la
leche de Lagisa, que al principiu había que ir a buscala a Gijón
todos los días a las cinco de la mañana porque era del día. Luego
hicimos una cámara y ya se traía pa dos días. Por ciertu, el mi
camión también se usó muchu pa les cabalgates. Unu que era abiertu
era el que se utilizaba para transportar el Belén.
Los más jóvenes conocen La Sifonería actual, un bar tienda;
pero su historia viene de largo, ¿verdad?
La Sifonería abrió en el añu 1896 y siempre fue la base del
negociu; embotellamos el últimu sifón hará unos 25 años. Ya tenía
les críes. La venta de sifones fue menguando de forma paulatina y
cada vez era más complicau llenalos. Además había otres
alternatives. Tenemos una colección de más de un millar de sifones.
Como bar abrimos en 1994.
¿Y qué destaca de esta nueva etapa?
Aparte de tener un pocu de museo, creo que La Sifonería es un local
singular en el que sobre todo primamos la calidad de los productos y
el tratu al cliente. Ya salimos en revistes y guíes de tou el mundu,
de países como Alemania, Inglaterra, Francia, Portugal, Estados
Unidos o Japón.
Por lo que me habéis contado tú y Marga, La Sifonería también
tiene relación con nuestras fiestas patronales. Cuéntanoslo.
Durante muchos años fue algo así como la sede de la comisión de
San Antoniu. Aquí pagábanse los recibos de los socios y se
entregaban los libros de les fiestes. Además en la Sifo tenemos un
azuleju con un San Antoniu que vino de Marbella.
A lo largo de los últimos años, y hasta tu jubilación, has
trabajado como hostelero pero, ¿cómo te definirías?
Me veo como un repartidor. Fue lo que hici durante 35 años.
En los últimos años las distintas comisiones han apostado por
personas de Cangas o ligadas a Cangas para pregonar las fiestas de
San Antonio. ¿Qué opinión le merece esta decisión?
É importante que sea gente vinculada a Cangues la que de el pregón.
Lo demás sería una necedad, por muy importante que sea la persona
que se trajera. No tien sentidu traer a alguien a pregonar algo que
no conoce.