Valeriano Molledo,
jubilado y de 77 años, dedica sus ratos libres a fabricar cestos y maconas
Sentado en un taburete Ano dobla una de las baniellas o tiras de madera mientras fabrica un cesto. FOTO: J. CASO |
Por Javier G. Caso
Hablar de cestería tradicional en
el entorno de Cangas de Onís es hacerlo, sobre todo, de la parroquia vecina de
San Pedro de Degu, en Parres; y más en concreto, de la localidad de Avalle, lugar en el
que durante muchísimas décadas eran numerosos los vecinos que se dedicaban al
oficio de cesteros. Para algunos era una forma de conseguir unos ingresos
extras que siempre venían bien a la renta de cada familia. Pero en Avalle
también hubo profesionales de la cestería. De la evolución del oficio da cuenta
un artículo titulado Los cesteros de Avalle, publicado en la Revista de
Folklore, de la Fundación Joaquín Díaz y firmado por Manuel Garrido Palacios. http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?id=1658
En la actualidad aunque aún
quedan personas como Eladio Abaría o Sacramento García, que fueron cesteros en
su día, en Avalle nadie sigue en activo. El último cestero de la parroquia de
San Pedro de Degu es Valeriano Molledo Martínez, Ano. Vive en Degu y trabaja en
un pequeño taller situado en la planta baja de su vivienda. Es el mismo taller
que ya usaba su padre, también cestero. Pero ninguno de los dos hizo de este
oficio su profesión. La fabricación de cestos era “para sacar algún dinero”.
Por supuesto fue su padre, y algún que otro vecinos, los que le enseñaron a
hacer cestos. Los primeros, recuerda Ano”no valían y había que tiralos”. Ano nos cuenta que lo más difícil
es preparar la madera que, una vez elegida, hay que cortar siempre con la luna
menguante porque el ciclo lunar “influye muchu”. En cuando al tipo de madera,
la más utilizada es la de avellano. Pero también vale la de castaño. O la de
negrillo, subraya el cestero de Degu.
Abriendo una tira de madera. FOTO: J. CASO |
“La madera se abre en verde,
recién cortada”, explica Ano. Lo siguiente será dejarla secar al sol para que
cure. Y cuando ya tiene listas las baniellas o tiras de madera con las que
confeccionará los cestos o maconas, al cestero le toca cepillarlas, una a una,
en el banco de jorgar. A continuación hay que humedecer bien las baniellas para
que se empapen de agua. De esta forma el cestero evitará que se fracturen
cuando empiece a montar el cesto. “Si lo hago en secu, rompe”, subraya Ano,
quien mojará las baniellas varias veces mientras el cesto va tomando forma.
No se trata de una tarea cómoda.
Además de “paciencia”, como explica Valeriano, los primeros pasos hay que darlos
de rodillas. Sobre una tabla de madera el cestero, y en esta postura, va
colocando las baniellas y las va intercalando para formar el culo. Al tratarse
de un cesto pequeño trabaja con una decena de baniellas, que en una macona de
las más grandes pueden llegar a ser hasta veinte. Además de utilizar las manos,
Ano se ayuda de un martillo y un pequeño puntero para dar los últimos ajustes
“y que no queden huecos entre les banielles”.
El cesto va cogiendo forma. FOTO: J. CASO |
Una vez lista lo que será la base
del cesto, Ano pasa a sentarse en un taburete bajo y prosigue con el montaje
ayudado de una navaja. “Nunca calculé el tiempu que mi lleva hacer un cestu
porque siempre lo hici a ratos sueltos”.
Así trabajaba antes de llegar a la
jubilación y así sigue a sus 77 años. Por lo general se encierra a su taller si
el tiempo está malo. “Si haz buenu prefiero andar por ahí segando con la
guadaña o cebando unes xates”. Además reconoce que su cuerpo, sobre todo su
espalda, se resiente si pasa demasiado tiempo en el taller doblado haciendo
cestos. Por eso trabaja sin prisa. De tal manera que si alguien le pide que le
haga un cesto, y no digamos ya una macona que siempre lleva mucho más tiempo,
ya sabe lo que le queda: armarse de paciencia. Los plazos de entrega no
angustian ni preocupan lo más mínimo al último cestero de Degu. Aunque lo mismo
dejará de serlo si, como se anuncia, sale adelante el proyecto que impulsan en
Avalle para poner en marcha un taller de cestería tradicional. Ojalá
fructifique la idea, se convierta en una realidad y se evite la desaparición de
este tradicional oficio tan ligado, durante siglos, a la parroquia de San Pedro
de Degu.
Algunos de los cestos ya terminados, en el taller. FOTO: J. CASO |
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