El molino de Corao cuenta con cuatro molares que funcionan de forma simultánea en algunas épocas del año
La molinera, Mari Carmen Sánchez, al pie del molín. FOTO: J. G. CASO |
Por Javier G. Caso
Hoy visitamos el molino
de Corao que regentan Bernardo Bulnes y su mujer Mari Carmen Sánchez.
A sus 57 años Bernardo lleva al
frente del molino coraín,
adquirido por su abuelo a su regreso de Cuba, desde los 14 años. Y
Mari Carmen, su mujer, se hizo molinera desde que se casaron. Pero la
mujer recuerda que ya de cria, cuando vivía en La Riera, le gustaba
acercarse hasta el molino y jugar con la harina.
El
de Corao es un ingenio hidráulico cuyos orígenes, tal y como
nos explicó Francisco Pantín en un artículo incluido en el libro
Abamia. Cien años de abandono y titulado El molino de
Corao, se remontan al siglo
XVIII. De hecho era
uno de los sesenta y un molinos existentes por aquel entonces en el
concejo de Cangas de Onís, veintiuno de los cuáles se asentaban en
la parroquia de Abamia, de la que Corao es cabecera. En aquel momento
el molino
de Corao tenía dos molares y, según detalla Pantín, “producía
para su dueño un beneficio de ocho fanegas de escanda y dieciséis
de maíz”, lo que lo convertía en uno de los molinos que ofrecía
“de los mayores rendimientos del concejo”.
Bernardo, el molinero, carga harina de cebada en un saco. FOTO: J. CASO |
Desde
el siglo XVIII hasta la actualidad, y tras sufrir numerosas
vicisitudes, el molino de Corao ha pasado de dos a cuatro molares
que, en algunas épocas del año llegan a trabajar de forma
simultánea, sobre todo en los meses del invierno cuándo el río Güeña,
que le presta una parte de sus aguas, presenta su caudal máximo. En
Corao se muele sobre todo maíz y cebada y hasta su molino llegan
vecinos de casi toda la comarca con sus moliendas. Por supuesto la
maquila sigue vigente. Depende del peso de lo que cada uno les lleve
y los molineros de Corao se quedan, más o menos, con un 10% de cada
molienda. Pese a la actividad
que vive su molino, tanto Mari Carmen como Bernardo, reconocen que
sobre todo es un “complemento” a su renta familiar. Lo cierto es
que la harina de maíz del molino de Corao es de lo más apreciada,
incluso por maestros de la cocina como el parragués Nacho Manzano,
quien la utiliza para sus tortos de maíz y que no ha dudado en
llevarla hasta el restaurante que tiene en Londres.
El
molino de Corao tuvo como primer propietario a Fernando Joseph de
Noriega, quien en 1761, según relata Francisco Pantín, se vio
obligado a reconstruir una buena parte de los elementos del molino
tras una riada del Güeña.
Aquellas obras le costaron
5.000 reales de aquel entonces. Pero hubo más ocasiones en las que
el molino sufrió inundaciones. Así sucedió en 1820, como recuerda
la inscripción esculpida sobre la piedra que preside el dintel de la
puerta de acceso al molino. Aquella riada llegó a tapar hasta las
piedras del molino. Fue en agosto de aquel año, igual que sucedió
en 1983. De ambas, y de otras riadas, hay varias marcas a la entrada
del molino que señalan la altura que alcanzó el agua del Güeña. En fin una larga historia la del molino de Corao y ojalá que sus cuatro muelas sigan girando y moliendo maíz y cebada durante muchísimos años.
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