Un grupo de cangueses sigue fiel a la tradición de la matanza del gochu que realizan ininterrumpidamente desde hace diez años
Los matarifes agarran el gochu antes de empezar a coralu. FOTO: J. CASO |
Por Javier G. Caso
Hace unos días tocó Samartín. Tocó en La Riera, en Cangas de Onís, donde un grupo de amigos lleva diez años reuniéndose todos los meses de febrero para hacer una matanza al más puro estilo tradicional. Son un grupo original. Sólo paisanos. Las mujeres no participan en ningún momento. Ni siquiera aparecen a la hora de hacer los chorizos o les morcilles, dos actividades en las que la mujer siempre ha estado muy presente. Pero no aquí. Ellos se arreglan solos. Y no por nada. Simplemente porque a ellos les presta. Y porque les encanta zamparse los chorizos que ellos mismos elaboran.
En La Riera para pelar el gochu se tira de soplete. FOTO: J. CASO |
El samartín de La Riera se ciñó al guión típico de esta actividad presidida por la camaradería y el buen rollo. Lo primero es atenerse a una normativa, la del Principado, que prohibe que la matanza del gochu sea un espectáculo público y en la que hay que evitar que el animal sufra de manera innecesaria. Y así se hizo. La matanza de los dos gochos se hizo en propiedad privada, porque ya no es posible sacrificarlos en sitio público. Y así se hizo. César Rodríguez, de Sotu Cangues, fue el encargado de despachar a los dos gochos ayudado de una pistola aturdidora. De esta manera los animales ya estaban muertos cuando los coraron para sacarles la sangre. Por cierto, que todos dicen que con estos inventos los gochos cada vez sangran peor y en menor cantidad. Por eso la decena de matarifes tuvo que andar lista. El primero de los dos gochos pesaba más de 300 kilos y una vez muerto les resultó imposible subirlo encima del banco que tenían preparado para sacarle la sangre. Así que tocó arrastrarla hasta la bajada de un huertu, dejar la cabeza del gochu en la parte más alta y coralu así de una forma mucho más cómoda.
Luego vino pelar el gochu, una faena que sí que ha cambiado en los últimos años. Nada de meter el gochu en ningún duernu para luego echarle el agua hirviendo por encima y poder así pelarlo. En La Riera, como en otros muchos sitios hoy en día, se tira de soplete. De esta forma se quema la piel del gochu y raparlo resulta mucho más fácil. La tarea se completó pasando un cepillo mojado para retirar cualquier impureza. Fueron varios los matarifes que lo intentaron con el soplete, pero desde luego el que más destreza demostró fue Roberto González, el de La Riera, uno de los organizadores del samartín.
Los participantes en el samartín, en el momento de abrir el gochu. FOTO: J. CASO |
A continuación llegó la hora de abrir el gochu, sacarle las visceras y aprovechar la sangre que aún le quedaba en su interior, labor en la que se afanó Pepín, garcilla en mano. Terminada esta tarea, y más con el sur que hacía el día en el que se celebró este samartín, los participantes cargaron con el gochu y lo pusieron a buen recaudo en la bodega para dejarlo que se oreara hasta que llegó la hora de despostarlo. Ya por la tarde, y después de una comida de hermandad entre todos los asistentes, tocó preparar las morcillas. A todo el mundo le tocó algo que hacer. Unos cortaron la grasa, otros picaron cebolla, calabaza y también perejil. Con todo listo llegó la hora de instalarse en la vieja cocinona de llar, un rincón con un valor etnográfico muy notable, y empezar a preparar la morcilla, amasada con sangre, cebolla, grasa, calabaza, sala, pimentón y harina de maíz.
Pepín, el mondongueru mayor, amasa el primer boronchu. FOTO: J. CASO |
El mondongueru jefe fue José Manuel González Castro, el alcalde cangués. El primer lote fueron los boronchos, también denominados en Asturias probes o pantrucos. Ya no cuecen envueltos en una berza. Ahora se amasan, se meten en una bolsa de plástico y se ponen a cocer en agua durante dos horas o algo más. La jornada finalizó con la morcilla ya embutida. Todo esto fue un viernes. El sábado fue el día dedicado a descuartizar o despostar los dos gochos. El domingo tocó elaborar los chorizos. Aún están curando a la espera de que podamos probarlos. Ya les contaremos.