Tras su reciente fallecimiento el pasado 8 de mayo en Cabo San Lucas,
Baja California Sur
(México), quiero recuperar para EL AUSEVA
DIGITAL la entrevista que le hice a Leonor
Sarmiento Pubillones en
2008 y que publicó La Voz de Asturias, donde yo trabajaba por
aquella. Leonor Sarmiento Pubillones fue durante 17 años la
presidente del Ateneo Español
de México y, desde 2005, era su
presidenta emérita.
JAVIER G. CASO
CORAO (CANGAS DE ONÍS), 24 de septiembre de 2008. CASA DEL MÉDICU.
A sus 84 años, Leonor Sarmiento Pubillones, nacida en Corao (Cangas
de Onís) y residente
en México, a dónde llegó desde Francia en
los años 50 tras huir de España durante la
Guerra Civil, asiste
estos días “emocionada” en su localidad natal a los actos
conmemorativos del centenario del sindicato agrícola El Despertar,
fundado por su padre
, Ángel Sarmiento.
--¿Qué edad tenía cuando partió al exilio?
--Cumplí 12 años a los quince días de iniciarse la Guerra Civil.
Tenía 13 años.
--¿Recuerda el día en el que familia se va de Corao?
-- Me acuerdo de que mi padre le dijo a mamá que metiese unas
cuantas cosas en una maleta
porque íbamos a regresar pronto.
--Sus padres murieron en México. ¿Nadie en la familia se
imaginaba un exilio tan largo?
--Para nada pensaron que no volverían aquí. Conforme iban pasando
era mayor la
desesperación de mi padre.
--Ver morir a sus padres lejos de España, ¿fue uno de los
momentos más duros?
-- Si, si. Cada vez que íbamos a un entierro de un exiliado siempre
se comentaba: otro que no vuelve.
--¿Cómo fue su exilio?
--Muy triste. No teníamos absolutamente nada. Yo era la mayor, tenía
catorce años cuando
pasamos a Francia. Mi padre no nos pudo
acompañar porque aún estaba en el ministerio de
la Guerra. Mi madre
y una hermana, que tenía siete meses y pesaba tres kilos y medio,
estaban muy enfermas. Yo tenía una responsabilidad tremenda y había
que afrontarla.
--¿Cuánto tiempo estuvieron separados de su padre?
--Fue poco relativamente, como tres o cuatro meses tras los cuales
pudimos juntarnos con
papá. Y al poco tiempo comenzó la II Guerra
Mundial.
--¿A qué obedeció el traslado de la familia desde Francia a
México?
--A la desesperación de no poder regresar a España. Unos amigos de
mi padre en México le
animaron mucho para que fuera. Allí era más
fácil para los exiliados el encontrar trabajo.
No era el caso de mi
padre porque no tenía profesión alguna, pero el médico ejerció de
médico y el abogado de abogado y demás, mientras que en Francia no
se podía hacer eso.
--Comentó usted en su conferencia que uno de los pesares de su
padre fue ver cómo
ninguno de sus hijos pudo cursar una carrera
universitaria
-- Claro. Eso fue terrible y muy triste para él. Yo iba a entrar al
instituto aquí en Cangas en
septiembre de 1936…y ya no entré.
--Su padre era una persona culta aunque no tuviera estudios
--Era autodidacta. Leía muchísimo y a todos los hijos nos enseñó
a leer. En Francia todos
los días nos dictaba una página para que
no se nos olvidase el español.
--Se cumple ahora el centenario del Sindicato el Despertar, uno de
cuyos fundadores
fue su padre. ¿Era un adelantado a su época?
-- Mucho. Hay que ver que llegaron hasta conseguir pensiones y
montar el coto de previsión
social. Era de lo más adelantado. Para
mi padre luchar por el campesino lo era todo.
--Usted era una cría entonces. ¿Qué recuerda de El Despertar?
-- Me acuerdo mucho de la biblioteca porque ya entonces me
interesaban los libros. Y me
acuerdo de los lectores que iban a los
pueblos en invierno. La biblioteca del sindicato y las
de mi casa las
quemaron. a la hora de montar la del Despertar ayudó mucho a mi
padre el
entonces rector de la Universidad de Oviedo, Fermín
Canella. Y también Rafael Altamira.
--Ya en México, usted fue durante 17 años presidenta del Ateneo
Español de México.
¿Qué supuso esta institución para los
exiliados?
--Fue muy importante y hay muchísimo material. Tenemos una buena
biblioteca del exilio
junto a la general, que tiene 15 o 20.000
volúmenes; y todo fueron donaciones porque
nunca tuvimos dinero en
el Ateneo. Hasta ahora se ha mantenido. Quieren llevárselo al
Colegio de México y a mi no me hace mucha gracia.
--Usted tiene una propuesta para ese fondo documental
--Me gustaría que el Ateneo se convirtiera en un centro de estudios
del exilio español.
Vamos a planteárselo al embajador. Además de
la biblioteca hay una muy buena colección
de pinturas realizadas por
pintores del exilio.
--¿Qué sensaciones tiene al regresar a Corao, su pueblo natal?
--Allá lo imaginas todo mayor. Las manzanas mayores, las cerezas más
gordas. Hasta el
castañeu lo encuentro más chico. En el
exilio solo piensas en volver y lo idealizas todo. Uno
no cuenta con
lo que tienes allí, sigues pensando en lo que se tenía acá; sobre
todo los que
salieron de mayores, mucho más.
--¿Qué opinión le merece la ley de la memoria histórica?
-- Estupendo. Gracias a esos temas he podido venir porque me dieron
la pensión de niña de
guerra; sino no podría venir. Qué menos que
cada quien sepa dónde está su muerto. Ayer
me decían en Intriago
del tío Eduardo que no saben dónde se quedó.
--Algunos piensan que Memoria Histórica resucita odios y
fantasmas
-- No tiene por qué. No están pidiendo represión ni cárcel a los
que hicieron aquello, sino
saber dónde están los muertos.
--El exiliado, ¿llega a ser casi un muerto en vida?
--Por el sufrimiento y la añoranza, sí. Uno no se da cuenta de lo
que está teniendo allí; sigue
pensando en lo que tenía, en lo que
se dejó y en cómo se vivía.
--Ninguno de sus hermanos regresó
-- Ninguno. Todos eran más chicos que yo. Uno ya ha muerto y el
resto están en México.
--Huyen de la Guerra Civil y encima llega la II Guerra Mundial
-- Y en qué condiciones. Lo más tremendo fue que encima quedamos en
zona ocupada por
los alemanes. Cuando veíamos a uno de los SS,
procurabas cambiar de acera o entrar en
una tienda. Fue tremendo.
--Ustedes ayudaron a miembros de la Resistencia, ¿se la jugaron?
--Mucho. Tener un herido en la casa era muy peligroso. Y venir aquí
a encontrar a alguien
que tuvo un pariente que estuvo en casa de
Sarmiento en Las Landas. También una vez que
salí en el periódico,
uno de Gijón que estuvo en nuestra casa me reconoció y me mandó
una
carta.
--¿Cómo fue el último día en Corao?
--No recuerdo mucho. Oíamos la radio todo el día.
--¿Cómo cruzaron la frontera de Francia, a pie?
-- No. Mi padre se quedó en España y yo estaba con mamá que casi
no podía caminar y con
el resto de mis hermanos. Unos soldados se
dieron cuenta de nuestra situación y nos
subieron a un vagón de un
tren que iba para Francia con heridos. Por eso pudimos salir. La
frontera estaba muy cerca, pero había que caminar.
--Todas sus experiencias se merecen estar publicadas
--Hay un libro que se llama Nuevas raíces en el que hay un
relato chico mío. Ahí está
nuestra experiencia.
--Usted recibió la Encomienda de Isabel Católica
--Ese día yo pensé tanto en mi padre (risas); lo que él pensaba de
Isabel la Católica. En el
momento en el que recibí la distinción,
yo no podía aguantar la risa. La gente debía pensar
en lo contenta
que yo estaba, pero en realidad estaba pensando en mi padre.
--¿De qué se siente más satisfecha en sus años como presidenta
del Ateneo Español de México?
-- En primer lugar de haber recogido todos los documentos, todos los
papeles. No teníamos
quien los pudiera clasificar, pero se iban
juntando. También cuando la gente empezó a
conocerme, vinieron
muchas donaciones de libros para la biblioteca. Empezamos con 300 o
400 libros y ahora tenemos como 6.000, exclusivamente del exilio.
--¿Cómo valora el homenaje de la asociación Abamia a la figura
de su padre?
-- Estoy muy emocionada. Nunca pensé en que se haría algo así.
Ojalá la asociación siga
adelante y no desmaye y que formen de
veras un verdadero centro cultural aquí en Corao.
Tendrían que
hacerlo en el edificio del Despertar. A mi se hace absurdo que una
cosa que
era del pueblo se haya vendido a un particular.
--Era usted una cría pero, ¿se acuerda de algunos de los actos
organizados por El
Despertar?
-- Mi padre se pasaba la vida allí y me acuerdo de cuando escogía
los abonos según las
necesidades de cada tierra. Recuerdo que, casi
cuando la guerra, hizo una plantación de soja
para ver si se podía
dar aquí y se dio muy bien. También hizo un ensayo para plantar
tabaco. Su preocupación era saber lo que se podía hacer. Un tipo de
abono no servía, pero a
lo mejor otro era muy bueno.
--Su padre también estuvo vinculado al periodismo
-- Fundó varios periódicos y escribió muchos artículos.
--El exilio español, ¿le debe mucho a México?
--Mucho. La mayor parte de los maestros de la Escuela de Ciencias del
Politécnico de
México que fundó Lázaro Cárdenas, eran españoles.
Hay una placa con los nombres de
todos.
--¿ A qué figuras del exilio conoció?
-- A muchas. Conocía a Celso Amieva, que estaba el pobre muy
traumatizado de los campos
de concentración. No he visto a nadie
como él. También conocí mucho a León Felipe, a
Max Aub, y también
a Claudio Sánchez Albornoz y a los Miaja. Conozco mucho al nieto de
Pachín de Melás y me encargó unas cosas del Sporting de Gijón.