¡Hasta siempre, Toñito!
Antonio Martínez Marqués, Toñito, paseando con Mundo por la Avenida de Covadonga, hace unos años. FOTO: J. CASO |
POR JAVIER G. CASO
Murió
Toñito. La noticia corrió como la pólvora por Cangues a lo largo
de toda la mañana de este pasado domingo 17 de enero, festividad de
San Antón Abad. A la sorpresa y la incredulidad iniciales por una
muerte inesperada, sucedió la pena; un sentimiento que compartimos
la mayor parte de los cangueses, sobre todo sus amigos. Pero también
los que, sin ser íntimos, lo conocimos, tratamos y apreciamos. Ya
desde críos. Compartimos un curso en las antiguas escuelas del
desaparecido Colegio Vázquez de Mella. En 7º u 8º de EGB. No lo sé
con exactitud. Sí recuerdo que en aquella clase, Antonio Martínez
Marqués, a quien siempre conocimos como Toñito, era de los que
tenía mando en plaza. Imponía, pero siempre supo ganarse el cariño
de los que fuimos sus compañeros. Más adelante fuimos creciendo y
manteniendo relación, compartiendo amistad y colegas. Con Toñito
había feeling y eso se notaba.
De
carácter aparentemente bronco, pero sólo en apariencia, porque en
el fondo era un cachu pan, por lo general Toñito siempre
saludaba a la brava, cuando no con algún bocinazu con aquella vozona
suya. Sin embargo esa supuesta hosquedad distaba mucho de la
realidad. No era tal ni mucho menos. Lo saben bien los que fueron sus
colegas, una amistad que algunos fraguaron en el antiguo Campo de
fútbol de Santa Cruz donde compartieron con él entrenamientos y
partidos en los equipos de las categorías inferiores del Cánicas.
Hacia el
año 2001 Toñito decidió dar un giro a su vida. Y, ni corto ni
perezoso, se fue a trabajar al Principado de Andorra, cambiando
Cangues, en las estribaciones de los Picos de Europa, por Andorra la
Vella, a 1.123 metros de altitud, en pleno corazón de los
Pirineos. Desde entonces apenas si nos veíamos una vez al año. En
ese momento nunca faltó su saludo cordial, eso sí acompañado de
alguna broma. Toñito, que cumplió 51 años el pasado 1 de enero,
visitaba Cangues al principio del verano, casi siempre coincidiendo
con las fiestas de San Antoniu, su tocayu; al que como todos los de
Cangues d´Arriba profesaba una especial devoción.
Imposible
olvidarse de sus años de portero de Galaxia, una tarea que ejercía
con autoridad. Le gustaba hacer bien su trabajo y aunque los que lo
conocíamos nunca teníamos problemas con él, Toñito disfrutaba
haciéndonos sufrir un poco antes de, finalmente, dejarnos
enfilar escaleras abajo y entrar en la discoteca. Eso a los rapaces.
Las mozas, con él, aunque las entretenía un ratín a la altura de
la taquilla, lo tenían mucho más fácil para pasar. La última vez
que nos vimos debió ser por junio, creo que por el Peñalver, uno de
los bares en los que solía parar. O Los Arcos, dónde también
trabajó. Como siempre, compartimos charla y amigos.
Me
hubiera gustado haberlo visitado en Andorra dónde, sé de buena
tinta, ejerció de perfecto anfitrión de aquellos amigos que, desde
Cangas de Onís, se animaron a viajar hasta allí para verlo. Sus
colegas, además, conocieron a los grandes amigos que hizo por
aquellas tierras pirenaicas y que se convirtieron en su familia de
Andorra; una gente que, aseguran, le profesaron un cariño digno de
admirar. Todo ello demuestra que supo hacer amigos allí por donde
pasó. Era buena gente. Como dejó escrito Chusón Quesada en
facebook nada más enterarse de su fallecimiento: ¡Hasta siempre
Toñito! Y cuando llegue San Antoniu, miraremos al cielo desde el
robledal para recordarte el día de tu santu.