Por Javier G. Caso
En estos tiempos del coronavirus también
se nos va gente aunque no sea a causa de esta pandemia. Así le sucedió a Kiko
Rojo, “Kiko el cabraliegu”, vecino de Bobia Baxu, en Onís. Falleció de forma
repentina poco después de haber regresado de dar un paseín, tal y como acostumbrada a diario al tratarse de una persona
de lo más activa. Meses atrás tuvimos ocasión de entrevistarlo para el programa
dedicado a Onís en Concejo a Concejo, de TPA. Kiko fue uno de los cinco
onienses que protagonizaron una entrevista monográfica. A sus 86 años repasó
sus años de pastor en el puertu desde que era niño, un oficio que lo hizo muy
feliz más allá de los momentos duros que le tocaron vivir. Nos transmitió su
pena por la situación actual del medio rural, por esos pueblos donde apenas hay
ya vecinos y donde, en la mayoría de los casos, los que quedan son personas
mayores ya jubiladas. Rememoró aquellos tiempos en los que había tantos
pastores en el puertu que, en las majadas más pobladas como la de Vega Maor, la
suya, tenían hasta bolera. “Había unas partidas como si fuera en Benia”,
comentaba Kiko.
Hace años este vecino de Bobia sobrevivió a un
accidente que casi le costó la vida. De hecho estuvo a punto de morir
desangrado. Llegó a sentir, me apuntó, que su vida se le iba como pasa con los
fósforos y las cerillas cuando se van apagando. Pero salió de áquella. Y aunque
tenía que moverse con la ayuda de muletas, Kiko se mantenía activo. Paseaba y,
si se terciaba, hasta tiraba de guadaña. ¡Bueno era! Por lo demás no dejaba de
acudir a ferias, mercados, fiestas y certámenes por toda la comarca, ya fuera
en el certamen del Gamonéu en Benia, o en el del Cabrales, en Arenas. En el
momento de de la entrega de premios, y mientras el público irrumpía en aplausos
hacia los ganadores, Kiko hacía lo propio alzando sus muletas y haciéndolas
chocar a modo de aplauso. Siempre recordaremos aquel “clac, clac, clac”
inconfundible.
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Kiko Rojo, al fondo en la fiesta del Segador. |
Defensor del mundo rural y de la
actividad ganadera a la que dedicó toda su vida, tampoco dejó de acudir a
cuantas manifestaciones y concentraciones pudo. Así sucedió el 25 de agosto de
2018 cuando Kiko se unió a los ganaderos del oriente que protestaron contra los
insoportables daños del lobo con una marcha a pie hasta Poncebos. Allí estaba
Kiko, marchando en cabeza, por delante de la pancarta, apoyado en sus muletas
que hacía sonar cuando otros tocaban los lloqueros.
Así era Kiko, una persona a la que también le gustaba acudir a velatorios y
entierros de amigos y conocidos de toda la comarca, como hizo el 23 de
septiembre de 2018, cuando no dudó en plantarse en Bulnes para asistir al
funeral de Guillermina Mier, a la que dedicó palabras de elogio cuando lo
entrevistamos para TPA. Hoy, con toda la situación que nos está tocando vivir,
y con las restricciones que nos impone el estado de alarma, a Kiko tan solo habrán
podido despedirlo unos pocos de los suyos. Pero que sepan que, desde la
distancia, mucha gente está con ellos en estos duros momentos. Esperemos que
más pronto que tarde los pésames virtuales, que muchas personas les han
trasladado a sus familiares a través de las redes sociales, puedan transformarse más adelante en esos abrazos
que el confinamiento actual no permite. Otra muestra de cómo era Kiko, y para
recordarlo con una sonrisa, me contaron que hace solo unos días aún tuvo ánimos para coger una
escalera bastante larga, apoyarla en un horru y subirse en ella para cambiar
unas tejas de la cubierta. Ese era Kiko,
el cabraliegu. ¡Que en paz descanse!